lunes, 28 de mayo de 2018

Cuando paro

El problema para mí nunca fue seguir adelante, sé muy bien cómo se hace eso.
Sé como acostarme por las noches y aunque no pueda dejar de pensar en lo que duele o molesta, o me hace falta, logro levantarme y seguir con mi día. Sé continuar con los quehaceres, con mis mandados, con mis obligaciones.
Sé pasar inadvertida aunque por momentos algo en mi cabeza me inquiete. Sé perfectamente como disimular unos ojos tristes y cómo hacer que nadie pregunte, "¿estas bien?".
Pero, de vez en cuando, hay días donde seguir se me hace imposible.
Hay días donde no puedo moverme ni medio centímetro.
Momentos donde tengo que sentarme y dejar que el silencio apague el bullicio que llevo dentro.
Hay días donde el vacío me devora por dentro.
Me perfora, me aprisiona, me hace entrar en razón.
Me susurra, "ve más despacio, no tienes por qué resolver todo ahora".
La tristeza me inunda y es ahí, cuando por fin paro, que puedo ver que sigue teniendo el mismo nombre y la misma cara.
No te has ido vieja amiga, nunca te fuiste.
Sólo estabas esperando a que te abriera la puerta para vernos frente a frente una vez más.
Toma asiento, querida mía, sé que tenemos muchas cosas de qué hablar.