domingo, 30 de agosto de 2015

Lo que no fue

No es que estuviesen destinados a encontrarse. Sólo tenían mala suerte, mala suerte de verse sin querer, sin elegirlo. Ellos querían estar lejos, habían decidido que la distancia era lo mejor. Pero cada tanto algo intervenía. Una fecha, una esquina, un conocido que se los volvía a nombrar. Y entonces toda esa lejanía desaparecía, volvían a estar juntos aunque sea por segundos. Era una sensación muy extraña. Ya ninguno de los dos se soñaba, a penas si se recordaban. Ya no extrañaban su calor, ni siquiera su voz. Todo ese sentimiento se había perdido, había muerto en algún rencor, en algún infarto de dolor. Ahora eran inmunes, estaban completamente libres de caer otra vez ante un amor así. Jamás volverán a desesperarse de la misma manera, ya saben que nadie muere al final. Los dos siguen su vida, siguen sin más. Todo lo que soñaron juntos desapareció, como si no hubiese existido nunca. Es más, es como si ellos jamás se hubiesen encontrado. Nada los separa, porque nada los une. Saben perfectamente que tener recuerdos en común no es un vínculo, que ese pasado no les pesa. Si algún día se vuelven a cruzar no se miran, porque ya no se reconocen. Ya no se ven, ya no se sienten. Ni aunque choquen el uno con el otro, ya no hay nada que pueda hacerlos volver a sentir. A fin de cuentas tanto espamento, tanto negarse al adiós para que todo terminase así. Una historia con tantas aristas, con más drama que verdad. Derrocharon cariño durante noches en vela, malgastaron abrazos sin pensar. Se miraban como riéndose del tiempo, se besaban como burlándose del amor. Sus latidos palpitaron al unísono alguna vez y sin embargo eso no alcanzó. Hoy son dos extraños, dos desconocidos otra vez. Son lo que no fue, lo que no será jamás. 

martes, 25 de agosto de 2015

Tal vez

Han pasado varios meses desde la última vez que lo vi... Y no sólo ha pasado el tiempo, también han pasado cosas, personas, circunstancias que me alejaron. Hoy ciertos recuerdos han perdido nitidez. Es como si el paso del tiempo los hiciera difusos, casi irreales. Es como si todo hubiese sido un sueño y hoy por fin estuviese despertando.
Es una sensación muy rara la que me produce todo esto. Debería estar contenta por haber olvidado y sin embargo me siento decepcionada. No es que fuese fácil, me costó mucho llegar hasta este punto, pero siempre creí que el sentimiento iba a durar más.
He aprendido a aceptar en silencio los falles que me inundan la mente de vez en cuando. Son recuerdos fugaces, que vienen sin previo aviso y se van sin más. He aprendido a no sentir nada cuando escucho alguna canción que compartimos, incluso he dejado de guardar valor sentimental a las cosas que me regaló. Logré desprenderme del peso que sentía por todo lo que me rodeaba y me lo recordaba.
Y más allá de todo eso, tengo que confesar que aún, en lo más profundo de mi ser, conservo la ilusión de volverlo a abrazar. ¿Será sólo nostalgia? No lo sé... Puede que sólo sean mis ganas de aferrarme a algo que creí verdadero, aunque el paso del tiempo y la distancia me están convenciendo de que no era tan así lo nuestro. Tal vez todo fue una exageración y nuestro amor no tuvo la magnitud que yo le atribuí. Tal vez el día que  lo vuelva a ver no sienta absolutamente nada más que añoranza de un tiempo que se fue. Tal vez finalmente lo dejé de amar. Así, ese amor eterno terminó después de varios finales, tiempo y distancia. Así de fácil...
No me conformo con pensar que el amor puede morir con tanta ligereza y resignación. No es posible que un poco de distancia basten para desaparecer todo rastro de sentimiento... Y sin embargo, parece que así es. Tal vez nos dejamos llevar demasiado. Tal vez exageramos. Tal vez nos dijimos "te amo" sin sentirlo... Tal vez, en realidad nunca nos quisimos.

domingo, 23 de agosto de 2015

Del otro lado

Hace un par de días, me tocó estar del otro lado. Me tocó decir adiós, ser quien decide no seguir.
Honestamente fue la primera vez que me toca vivir las cosas desde esta perspectiva. Si bien la relación que mantuve con esta persona no llegó a ser un noviazgo formal, hemos tenido idas y vueltas durante casi un año. Pero por determinadas razones yo decidí poner fin definitivo a tantos encuentros y desencuentros.
Creo que el desencadenante fue ver que no podía responder de la misma manera que él. Yo veía claramente cómo me quería, cómo se desesperaba por verme, por estar conmigo. Y por más que intentase no lograba compartir ese sentimiento. No digo que no me generase nada. Con el tiempo le tomé cariño. Pero no era el tipo de sentimiento que te vuela la cabeza y te hace hacer miles de cosas impensables. Poco a poco dejé de creer que eso existiese.
Un día decidí que era demasiado egoísta mantener a mi lado una persona tan cariñosa cuando yo no podía devolver ni la mitad de cariño. Me pareció desperdiciar su tiempo, sus energías, sus ganas de amar. Y decidí que lo mejor era distanciarnos, que ambos merecíamos algo mejor. Él merece a alguien que se muera por verlo llegar y abrazarlo. Y yo merezco a alguien que me haga despertar ese sentimiento. 
No me conformo con la idea de querer o que te quieran. Necesito ambas partes. Necesito que haya un ida y vuelta y por eso tomé esta decisión. No fue fácil, no fue nada lindo. Sabía que estaba a punto de romper un corazón sincero, pero necesitaba sincerarme yo. Sabía que seguir alargando el tiempo era sólo confirmar lo que sentía: no lo amaba. Y no es algo que yo elegí, al contrario. Me hubiese encantado corresponderle. Me hubiese encantado compartir muchas más cosas con él, pero me fue imposible.
Así que ahí estaba yo, diciendo en voz alta lo que él ya sabía y no quería escuchar. Con el tiempo he aprendido a decir la verdad, aunque sea cruel. He decidido que no tengo problemas en que me odien por decir lo que pienso o siento. He dejado de filtrar mis pensamientos porque era la única manera de no mentir. Antes intentaba proteger todo el tiempo a la gente que me rodeaba. Pensaba y decía sólo lo que creía que era conveniente, lo que no los iba a lastimar. Sigo siendo una persona que piensa todo lo que dice, pero ya no evito decir la verdad por más dolorosa que sea. Aprendí que no se puede cuidar a las personas de la realidad, y que sobreprotegerlas es quitarles la posibilidad de autonomía, de ser valientes, de decidir qué hacer con lo que les pasa.
Fui sincera y concreta. Dije que no creía que las cosas fueran a funcionar si no lo habían hecho hasta ahora, y sobre todo dije lo que sentía con todas las letras, dije que no era amor lo que sentía. No pude evitar sentirme una porquería. Cuando emprendía el camino de regreso sólo pensaba en eso. "Qué hija de puta soy". Pero era la única manera. 
Intentamos armar algo juntos y no funcionó. No me arrepiento de haberlo intentado, aprendí mucho de esta persona. Pero creo que seguir insistiendo era forzar las cosas y el final iba a ser demasiado engorroso. Decidí que no iba a volver a pasar por un final tan trágico e intenté cortar por lo sano. Me tocó ser la fría, la que había tomado una decisión y no iba a dar marcha atrás por mucho que escuchara, que le rogaran. Me sentí como aquella persona que alguna vez me rompió el corazón a mí. No pude evitar pensarlo... ¿Habrá sido así? ¿Habría dejado verdaderamente de quererme y había decidido que lo mejor era alejarse por que me veía realmente mal? Por un momento me vi siendo él, y vi a la otra persona ser yo. Recuerdo perfectamente que le pedía por favor que parara, que no me dejara. Recuerdo lo mucho que me dolió, recuerdo lo mucho que lo odié por verle decir esas cosas con tanta frialdad. Estaba volviendo a vivir esa situación, sólo que esta vez, me tocó estar del otro lado. Creo que sólo entonces pude entender un poco mejor su parte. No debe haber sido fácil verme llorar y suplicar que se quedara. No debe haber sido fácil demostrar endereza para hacerme entender que lo mejor era parar. No fue fácil para mi pararme de ese lado, ser impenetrable, decir en voz alta que las cosas no estaban funcionando y que no quería que nos siguiéramos lastimando.
Está mal que lo diga, pero pensar eso me tranquilizó un poco. Me hizo creer que fue la mejor decisión. Haberme quedado sola fue lo que me llevó a aprender a ser, a decir cuando es sí y cuando es no. Ese día dije basta porque otra persona me enseñó que las cosas no hay que forzarlas. Que si no funciona es por algo, que todo tiene un ciclo. Es doloroso. No va a dejar de importar de un día para el otro. Pero es la verdad. 
He empezado a creer que las relaciones son simplemente así. Existen personas que encajan y personas que no encajan nunca. Hay personas que encajan un tiempo, y después dejan de hacerlo. No es la culpa de nadie. Uno nunca decide qué sentir.
 Estoy empezando a abandonar esa idea romántica de las almas gemelas, poco a poco... 

domingo, 9 de agosto de 2015

Inevitablemente necesario

Yo lo quería, pero él no me quería a mi. Por lo menos no lo suficiente. Es tan simple y doloroso como eso.
En algún momento, él dejó de amarme. No sé cómo ni cuándo ocurrió, pero el simple hecho de que pasara me hace pensar que el sentimiento no fue tan fuerte y poderoso como creía.
Yo no me alejé porque quisiera, sino porque tenía que hacerlo. No hay forma de hacer que una flor vuelva a florecer una vez marchita. Y con nuestra relación pasó exactamente lo mismo: en algún punto ambos dejamos que se marchitara.
Sé que habernos separado fue lo mejor para los dos. Sé, en lo más profundo de mi ser, que el hecho de que se haya ido fue un bien para mí. Pero... no puedo evitar sentirme insatisfecha. Sé que estoy mejor ahora, que he conseguido lograr cosas inimaginables en otro momento. He crecido, he aprendido a amarme con una sinceridad y fortaleza que desconocía. Y todo eso lo aprendí cuando no me quedó otra opción que ser fuerte.
Entiendo que todo lo que pasó fue por algo, que era inevitablemente necesario. Nos hacía falta dejarnos, bah, hablo por mí. Nunca voy a saber a ciencia cierta lo que él pensaba, sentía o siente. No hay forma de que algún día lo sepa, por eso he dejado de preguntármelo.
Sé que hoy las heridas me duelen menos, y que mañana serán aún menos dolorosas. He dejado de soñarlo constantemente, de traerlo siempre en alguna conversación. También he dejado de necesitar su presencia en mi vida diaria, lo que sin duda supuso un gran alivio. Hasta he conocido a alguien más, he dejado de creer que él iba a ser el único.
Todo eso me ha llevado tiempo, noches de llanto y muchas reflexiones. Pero lo he logrado, he logrado seguir. He aprendido que soy demasiado especial como para conformarme con un amor amigajado. Todos merecemos que nos amen con locura, con fe y sin ataduras. Como alguna vez yo lo amé a él.
Es un alivio saber que nunca más voy a sentir que mi mundo se desmorona por la ausencia de una persona. Es un alivio saber que no necesito a nadie para ser feliz. Que sólo yo puedo salvarme, que sólo yo puedo curarme las heridas. Pero sigo sin poder deshacerme de la sensación de desperdicio y derroche, y eso es lo que todavía hoy me causa tristeza. Supongo que ese es el precio de vivir apasionadamente y comparto una frase que le pertenece a Stephanie Meyer: "Cuando la vida te ofrece un sueño que supera con creces cualquiera de tus expectativas, no es razonable lamentarse de su conclusión." (Crepúsculo, 2005:9)