Me había propuesto como meta dejar de nombrarlo. Pensé que tal vez así sería más fácil, que no decir que algo me lo recuerda iba a hacer que lo olvidara más rápido. Pero sigue estando ahí. Aunque no lo diga en voz alta, sé que está ahí. No sé porque lucho. O contra qué. Sé que duele. Sé que veo su foto y duele. Sé que pienso en la familia y siento una puntada en el estómago. Que los recuerdos más viejos se pasean por mi mente constantemente. Me recuerdan lo feliz que fui. Me parece totalmente innecesario recordar cuando estaba con él y era feliz. Cuando sentía que tenía a alguien en quien confiar. Era lindo pensar que siempre iba a estar para mi, pasara lo que pasara. Y, ¿donde está ahora? ¿Por qué prometió quedarse si no iba a hacerlo?
Creía que estaba haciendo mi mejor esfuerzo para superarlo pero lo estoy dudando. Creo querer convencerme de que todo estará bien. Que un día dejaré de llorar. En realidad, en algún momento va a ser así. Algún día los recuerdos serán indoloros y sólo serán parte de una historia pasada. Linda historia. Tal vez demasiado linda. Por eso una parte de mi se aferra con todas sus fuerzas a lo poco que queda de ella.
A veces me pregunto qué es lo que verdaderamente quiero. Sé que él no es lo que yo amaba. Me enamoré de cómo me trataba, de cómo me miraba. De todo lo que sentía cuando yo lo veía y coincidíamos miradas. Su voz llamándome. Sus brazos rodeando mi cintura y su beso en la frente. Supongo que tengo que aceptar que nada de eso existe ahora. Lo más difícil es aceptar que estuvo, que fue real. Una parte de mi preferiría admitir que todo fue mentira. Que un amor así jamás se habría dado por vencido. Una parte de mi cree que si lo arruinamos y no intentamos arreglarlo fue por cobardes. Y de todas formas, a mi otra parte le resulta imposible conformarse con eso. No puede ser que dejaramos que algo tan lindo se desperdiciara. Estar enamorado, amar a alguien y ser correspondido es casi un milagro. Hablo en plural porque no se puede echar la culpa a una única persona. Una relación empieza y termina en conjunto. Aunque yo jamás quise que terminara. Habría hecho cualquier cosa. Estoy segura de que habría hecho hasta lo imposible para que se quedara. Y no habría importado. Porque él no quería quedarse.
Después de las idas y vueltas de estos meses esa idea se implantó en mi cabeza. -Nunca quiso quedarse-. Nunca lo intentó verdaderamente.
Y vuelvo a pensar que cargar su nombre de culpas, de tristeza hace que mi figura se aliviane. Sé que no está bien. Que repartir culpas para que la balanza quede más pesada de su lado no soluciona nada. Decir todo esto tampoco lo hace. Y sin embargo siento la necesidad de hacerlo.
Me duele pensar que yo creí en él cuando nadie más lo hizo. Pero él también creyó en mi cuando era invisible, cobarde y cuando nadie más apostaba por mi. Si no lo hubiese hecho jamás me habría animado a crecer tanto. Siento que le debo parte de lo que soy. Siento que él es parte de mi. Y lo odio por eso. Además, sé como piensa. Él también está agradecido. Él cree que soy una gran persona, una persona capaz de todo. Cree que soy demasiado. Jamás voy a poder entenderlo. Es como si se rindiera sin si quiera intentarlo. Es como si supiera lo valiosa que soy y en vez de luchar por mi decidiera que él no merecía tenerme al lado. Él era todo lo que quería. Él es lo primero que pienso cuando me hablan de amor. Cuando veo a dos personas abrazándose. Cuando alguien recibe un "te quiero". Está ahí. No puedo romper el lazo que me une a él. Dije que no iba a luchar más por hacerlo y aquí me tienen, tratando de olvidar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario