viernes, 24 de julio de 2015

Error invisible

Una persona que ha sufrido alguna vez el dolor del desamor me va a saber entender perfectamente. Uno no vuelve a ser el mismo. Es imposible. Y hasta cierto punto, es un alivio.
Hay una especie de ingenuidad que muere con el primer amor. Hay muchas cosas que no se vuelven a pensar, decir, hacer. Uno entiende con el tiempo que la eternidad no es tan tangible como a veces gustaría. En realidad, el primer amor termina. Y luego vienen otros amores, que no son ni iguales, ni peores, ni mejores. Son otros. Son diferentes. Son especiales a su modo. 
Me resulta curioso lo mal que pueden a veces terminar las relaciones. Pensar que al principio nunca imaginaríamos terminar sin volver a hablar con esa persona. Con una persona que pasábamos horas mirando, leyendo, besando, abrazando. Personas que hubiésemos querido mantener, pero que por alguna razón ya no están. Porque no quisieron, porque no pudieron, porque no tenía que ser así. La verdad es que no hay una razón que nos conforme, por lo menos en un primer momento. Es muy difícil acostumbrarse a la idea de que no estén, de que se hayan ido, o de haber decidido irse.
 Lo mágico que tiene la vida es justamente no saber cómo pueden terminar las cosas.
Pero, ¿cómo queda uno después de que una relación lo cambió tanto? Primero, no se vuelve a ser el mismo. Y esto no tiene que ser necesariamente algo negativo. La posibilidad del cambio te permite lograr cosas que en otro momento ni siquiera hubieses pensado. Pero evidentemente quedan heridas, dolores, espacios vacíos. Sin importar por qué se haya terminado, el hecho de que no haya funcionado evidencia una falla. Y es ese sentimiento el que causa malestar. No saber por qué, aunque lo quisimos de verdad, no funcionó. Hay algo que he aprendido recientemente. Es necesario entender que las cosas nos pueden salir mal aunque hayamos hecho todo bien. Suena ilógico. Se siente frustrante. Pero a veces, así es. A mí también me gustaría saber la razón, al menos para dejar en paz todos esos pensamientos que intentan explicar esa especie de error invisible. Pero no lo sé. No sé porqué sucede. 
Lo importante es que ese enigma no nos bloquee, que no nos impida seguir. Repito: la posibilidad siempre está. Pero con querer no alcanza. Hay que ir más allá. Darse la oportunidad. Intentarlo de verdad. 
Una cosa más, haber cambiado no sólo significa haber sufrido. También significa haber crecido, haber aprendido cosas nuevas. Haber errado te permite volver a intentarlo sabiendo qué cosas funcionan y cuales no. Y eso, es una ventaja. 
Todos esos miedos que acumulamos, y todos esos fantasmas que nos persiguen puede que se mantengan ocultos sin querer salir. Depende de nosotros enfrentarlos o alimentarlos. No dejemos que consuman nuestra fe. No carguemos en otro la tarea de rellenar huecos. A veces no es necesario completar todos los vacíos. Creo fervientemente que a veces, lo más sano es aprender a convivir con ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario