Hace un par de días, me tocó estar del otro lado. Me tocó decir adiós, ser quien decide no seguir.
Honestamente fue la primera vez que me toca vivir las cosas desde esta perspectiva. Si bien la relación que mantuve con esta persona no llegó a ser un noviazgo formal, hemos tenido idas y vueltas durante casi un año. Pero por determinadas razones yo decidí poner fin definitivo a tantos encuentros y desencuentros.
Creo que el desencadenante fue ver que no podía responder de la misma manera que él. Yo veía claramente cómo me quería, cómo se desesperaba por verme, por estar conmigo. Y por más que intentase no lograba compartir ese sentimiento. No digo que no me generase nada. Con el tiempo le tomé cariño. Pero no era el tipo de sentimiento que te vuela la cabeza y te hace hacer miles de cosas impensables. Poco a poco dejé de creer que eso existiese.
Un día decidí que era demasiado egoísta mantener a mi lado una persona tan cariñosa cuando yo no podía devolver ni la mitad de cariño. Me pareció desperdiciar su tiempo, sus energías, sus ganas de amar. Y decidí que lo mejor era distanciarnos, que ambos merecíamos algo mejor. Él merece a alguien que se muera por verlo llegar y abrazarlo. Y yo merezco a alguien que me haga despertar ese sentimiento.
No me conformo con la idea de querer o que te quieran. Necesito ambas partes. Necesito que haya un ida y vuelta y por eso tomé esta decisión. No fue fácil, no fue nada lindo. Sabía que estaba a punto de romper un corazón sincero, pero necesitaba sincerarme yo. Sabía que seguir alargando el tiempo era sólo confirmar lo que sentía: no lo amaba. Y no es algo que yo elegí, al contrario. Me hubiese encantado corresponderle. Me hubiese encantado compartir muchas más cosas con él, pero me fue imposible.
Así que ahí estaba yo, diciendo en voz alta lo que él ya sabía y no quería escuchar. Con el tiempo he aprendido a decir la verdad, aunque sea cruel. He decidido que no tengo problemas en que me odien por decir lo que pienso o siento. He dejado de filtrar mis pensamientos porque era la única manera de no mentir. Antes intentaba proteger todo el tiempo a la gente que me rodeaba. Pensaba y decía sólo lo que creía que era conveniente, lo que no los iba a lastimar. Sigo siendo una persona que piensa todo lo que dice, pero ya no evito decir la verdad por más dolorosa que sea. Aprendí que no se puede cuidar a las personas de la realidad, y que sobreprotegerlas es quitarles la posibilidad de autonomía, de ser valientes, de decidir qué hacer con lo que les pasa.
Fui sincera y concreta. Dije que no creía que las cosas fueran a funcionar si no lo habían hecho hasta ahora, y sobre todo dije lo que sentía con todas las letras, dije que no era amor lo que sentía. No pude evitar sentirme una porquería. Cuando emprendía el camino de regreso sólo pensaba en eso. "Qué hija de puta soy". Pero era la única manera.
Intentamos armar algo juntos y no funcionó. No me arrepiento de haberlo intentado, aprendí mucho de esta persona. Pero creo que seguir insistiendo era forzar las cosas y el final iba a ser demasiado engorroso. Decidí que no iba a volver a pasar por un final tan trágico e intenté cortar por lo sano. Me tocó ser la fría, la que había tomado una decisión y no iba a dar marcha atrás por mucho que escuchara, que le rogaran. Me sentí como aquella persona que alguna vez me rompió el corazón a mí. No pude evitar pensarlo... ¿Habrá sido así? ¿Habría dejado verdaderamente de quererme y había decidido que lo mejor era alejarse por que me veía realmente mal? Por un momento me vi siendo él, y vi a la otra persona ser yo. Recuerdo perfectamente que le pedía por favor que parara, que no me dejara. Recuerdo lo mucho que me dolió, recuerdo lo mucho que lo odié por verle decir esas cosas con tanta frialdad. Estaba volviendo a vivir esa situación, sólo que esta vez, me tocó estar del otro lado. Creo que sólo entonces pude entender un poco mejor su parte. No debe haber sido fácil verme llorar y suplicar que se quedara. No debe haber sido fácil demostrar endereza para hacerme entender que lo mejor era parar. No fue fácil para mi pararme de ese lado, ser impenetrable, decir en voz alta que las cosas no estaban funcionando y que no quería que nos siguiéramos lastimando.
Está mal que lo diga, pero pensar eso me tranquilizó un poco. Me hizo creer que fue la mejor decisión. Haberme quedado sola fue lo que me llevó a aprender a ser, a decir cuando es sí y cuando es no. Ese día dije basta porque otra persona me enseñó que las cosas no hay que forzarlas. Que si no funciona es por algo, que todo tiene un ciclo. Es doloroso. No va a dejar de importar de un día para el otro. Pero es la verdad.
Está mal que lo diga, pero pensar eso me tranquilizó un poco. Me hizo creer que fue la mejor decisión. Haberme quedado sola fue lo que me llevó a aprender a ser, a decir cuando es sí y cuando es no. Ese día dije basta porque otra persona me enseñó que las cosas no hay que forzarlas. Que si no funciona es por algo, que todo tiene un ciclo. Es doloroso. No va a dejar de importar de un día para el otro. Pero es la verdad.
He empezado a creer que las relaciones son simplemente así. Existen personas que encajan y personas que no encajan nunca. Hay personas que encajan un tiempo, y después dejan de hacerlo. No es la culpa de nadie. Uno nunca decide qué sentir.
Estoy empezando a abandonar esa idea romántica de las almas gemelas, poco a poco...
No hay comentarios:
Publicar un comentario