Tengo esa imagen grabada en mis pupilas. No puedo evitar no pensar en eso. No sé si es dolor lo que siento, no sé si es resignación. Es comprobar lo que vengo diciendo desde hace tiempo. Que ya nada nos une, que esa historia que fuimos no sólo quedó en el pasado sino que fue borrada.
Después de todo yo he olvidado muchísimas cosas a esta altura. Y esta bien, es lo que tenía que pasar. Tenía que dejar de extrañar, dejar de llorar.
Es el papel que tienen las personas en nuestras vidas. Hay quienes llegan para quedarse, otras que vienen, te enseñan alguna lección importante y se van. Él era una de esas personas. De aquellas que te dejan huella, por mucho que lo quiera negar. En algún punto creo que logré eliminar muchas cosas que antes me producían dolor. Pero cada tanto hay algo que me recuerda que existió, que no lo inventé, que fue verdad. El problema es cuando eso sucede. Me causa mucha contrariedad confirmar que fue parte de mi realidad alguna vez, cuando veo su imagen, leo su nombre, me tropiezo con alguna fecha. Para mi es como un fantasma, una verdad a medias. Significó todo en mi vida y a la vez nada. Vino, hizo estragos con mi corazón y luego se fue, y de esa manera aprendí a no dejar que nadie más vuelva a lastimarme. Aprendí a darme valor, a ser independiente emocionalmente.
Me alegra que se haya ido. Ojalá jamás vuelva. Puedo vivir con un recuerdo trunco, puedo pelear con su fantasma de vez en cuando. Lo que no puedo es esperar que un día regrese, diga que me quiere e intente convencerme de ello. No podría soportarlo, no después de todo esto. No quiero volver a verlo. No haber corrido atrás de él fue la mejor decisión, ahora lo sé. También sé que tengo que dejar de escribir sobre él, es darle demasiada importancia a una persona que ya no existe en mi vida. Así lo haré.
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