viernes, 6 de marzo de 2015

Huellas

El problema es que tanto las heridas como los miedos son acumulables. A lo largo del tiempo no se disipan, sino que se apilan en un rincón. Se amontonan en tu interior, preparándose para salir a flote cuando crees que cruzaste las barreras que te impedían avanzar. Y ahí están, cual fantasmas al acecho, intentando mantenerte quieto, inmóvil.
Pero la vida se trata de movimiento, de cambios, de visitar distintos paisajes, conocer distintas personas. Ser estático es estar muerto.
Y entonces, ¿cómo hacer? ¿Cómo deshacernos de esa pila de miedos y decepciones acumuladas en el fondo de nuestro alma? En este momento se me viene a la mente una frase de Ricardo Arjona... "El problema no es el daño, el problema son las huellas." Indudablemente son las cicatrices lo que perduran en nuestro recuerdo, es lo que vemos cada vez que nos miramos al espejo. Un reflejo hecho y deshecho, lleno de batallas, algunas ganadas, otras, perdidas. No debería ser el miedo el que nos detenga. Debería ser el coraje lo que nos empuje a seguir más allá de cualquier otra cosa. Y sin embargo, mírennos. Quietos, inmóviles. Dejándonos vencer por fantasmas que sólo están en nuestra mente. Qué tristeza. Qué tristeza me produce verme así, atada de pies y manos por un sentimiento. ¿Cómo es posible que permita que mi historia termine así? Que el mal capítulo haya sido el final del libro. Se supone que las buenas historias siempre nos dejan una buena enseñanza, que nos brindan un toque de magia y esperanza. Se supone que hay algo más fuerte que el miedo y el rechazo. Lo hay, estoy segura. Necesito buscar la manera de encontrarlo.

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