miércoles, 21 de diciembre de 2016

Después

Después de muchas idas y vueltas, de llorar, de volverme loca, de abrazar la almohada y sollozar por fín encontré la razón. Después de preguntarme mil veces porqué, de arrepentirme y desear que nada de esto hubiese pasado, lo comprendí. Yo quería que pasara. Yo desee con toda mi alma que esto sucediera. Y así fue, se dio. Después de muchas noches de extrañar, de llorar, de pensar, de soñar. El universo cumplió mi deseo y es eso lo que tengo que rescatar.
Me resulta sorprendente cómo mi mente se calma de un día a otro. Por fin encontré el motivo. Sucedió, él sucedió. Y me recordó lo que es amar otra vez. Despertó en mi sentimientos muy enterrados en mi alma. Volví a sentirme viva. Volví a soñar, a creer, a confiar. 
Perdí mi más ansiada estabilidad por intentar algo grande. Y es lo mejor que pude haber hecho, intentarlo. Porque sé con mucha certeza que me habría arrepentido toda la vida si hubiese desperdiciado este reencuentro. 
¿Y qué queda ahora? Aprender a esperar, sin desesperar. Me va a costar horrores. Después de todo, soy un ser demasiado impaciente. Pero todo es aprendizaje, y todo llega. Mi sueño se cumplió. Volví a abrazar a la persona que más amé en mi vida. Volví a amar sin condiciones, sin reparos, sin miedos. Encontré la manera de ser yo misma después de tanto aprender y tanto miedo a volver a caer. 
Lo cierto es que tuve momentos de incertidumbre, de desesperación. Casi que creí que mi corazón volvía a partirse en dos. Pero luego me di cuenta de que no volvía al mismo lugar. Me dí cuenta de que si lo soñé tanto y lo tuve, eso es lo que tengo que seguir haciendo. Soñar, desear, amar. Sin peros, sin excusas, sin sentirme intimidada por la magnitud de mis emociones. Las personas siempre tememos entregarnos por completos por el caos que eso podría generar. La verdad es que después de el caos sigue la calma, y todo vuelve a acomodarse. De otra manera, con otras perspectivas, otros aprendizajes. Pero pase lo que pase todo va a estar bien. 
Mi mayor miedo es sentir que estoy desperdiciando el tiempo, las ganas, los esfuerzos. Mi temor horrorizante es despertar un día y percatarme que mi vida pasó corriendo detrás de algo que nunca se concretó. Hay un pensamiento nuevo en mi mente que ha logrado aminorar mis pavores. Estoy totalmente convencida de que si deseas mucho algo, si trabajás y luchás por ello, el universo te lo concede. No importa el tiempo que tarde, lo que cueste, lo que duela. Valdrá la pena.  Una amiga me dijo recientemente que no dejara de ver el mundo como lo veo, porque era ese tipo de personas que inspiran a otras a confiar en la gente. En ese momento comprendí que no puedo echar por la borda mis ideales, que no debo dejarme ganar por el desaliento y la desilución. Es cierto que hay muchísimas cosas que se han perdido, que el amor está devaluado y que ya casi nadie se arriesga a vivir por miedo a morir. Pero existen aún personas que que creen como yo, que creen, que tienen fe, sueños y esperanzas. Esa es la gente que va a lograr mejorar el mundo.

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